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Gestión del estrés - Pandemia

LIDERAZGO EFECTIVO


El estrés es siempre la confluencia de 3 aspectos simultáneos: 1. Entorno. 2. Nuestra propia

forma de percibirlo. 3. La posición que tenemos sobre los recursos que disponemos para

enfrentarnos a las demandas de dicho entorno.


El entorno por supuesto que nos condiciona, y en algunas organizaciones de manera

exagerada, pero también cómo y de qué forma lo percibimos, unido a nuestra manera de

abordarlo.


Por eso si en situaciones habituales se hace muy necesario gestionar con

efectividad el estrés, en los entornos actuales como los de la pandemia es todavía más

importante tener ayudas de soporte y herramientas para, en nuestro caso de consultoría, dar

sesiones de coaching, reflexión y puesta en marcha, a todos los profesionales, mandos

intermedios y directivos, que además de atender las propias presiones de su día laboral, ahora se ven sometidos a una carga adicional con tensores muy específicos de la propia pandemia.





Las respuestas emocionales y físicas (miedo, ansiedad, aumento de la frecuencia cardíaca y

respiratoria, tensión muscular, crispación, bloqueo, etc.) son las respuestas automáticas que

generamos ante los estímulos externos. Esas reacciones ante situaciones preocupantes, si no las canalizamos y gestionamos con efectividad nos llevará al estrés negativo, incluso a

deprimirnos y enfermarnos, convirtiéndose en un hábito vicioso emocional y psicológico.

Como todos sabemos el estrés tiene una gran repercusión psicológica sobre el propio

rendimiento, tanto en el ámbito personal como en el de la organización.


Las técnicas específicas para abordarlo (6 etapas), junto al trabajo sobre los aspectos e

indicadores de la inteligencia emocional, y el análisis transaccional (interacciones e

intercambios de estímulos positivo), lleva a cualquier coachee al camino de encontrar los

caminos de cambio y desarrollo, para abordar con éxito (potenciando habilidades y círculos

virtuosos constructivos), las diferentes situaciones y percepciones, así como la forma de

abordarlas.


Todos conocemos que para abordar tareas que nos exigen un alto rendimiento, debemos

responder con una gran tensión dinámica y creativa, pero en su justa medida, porque de lo

contrario nuestra respuesta fisiológica y psicológica no será acertada. La respuesta es siempre una activación biológica completa, y de ahí la necesidad de gestionarla con efectividad. Por eso la mejor solución es desarrollar una habilidad de gestión del estrés, que se aprende y potencia con la experiencia y la puesta en práctica. No escuchando charlas, seminarios o conferencias.


Conocer los indicadores inmediatos de estrés y a largo plazo, reflexionar cómo y de qué forma los percibimos, adoptar técnicas para cambiar las percepciones, practicar hasta llegar a desarrollar la habilidad, son los caminos de la efectividad. El resultado será sentirnos mejor, adoptar decisiones más efectivas, y mejorar el rendimiento propio y de la organización.


Emparejar y sintonizar los niveles de estrés con la propia actividad, estará dentro del círculo

virtuoso de aprendizaje.


Dentro de los 5 principios e indicadores de la propia inteligencia emocional, está el sentirnos bien con nosotros mismos (gestionarnos a nosotros) para poder gestionar a los demás (básico para mandos y directivos). La persona que no sabe gestionar sus propias emociones no será nunca un líder para desarrollar un liderazgo efectivo, ni dirigir a los demás. De ahí la importancia de trabajar sobre los propios aspectos del sistema límbico, con todos aquellos ejercicios de respuestas fisiológicas, que nos llevarán a mejores estados para abordar decisiones con análisis de diferentes alternativas.


Por eso cada vez se valoran más las competencias emocionales que marcan sistemáticamente la diferencia entre el liderazgo de alto o bajo rendimiento, con independencia de la variables sectoriales, geográficas o culturales (entorno o contexto), y se agrupan en: autoconocimiento, autogestión, conocimiento social y gestión de las relaciones. Trabajar sobre esos 4 aspectos nos llevará a un liderazgo más efectivo.


Quien no conoce sus emociones no puede dirigir ni comprender a los demás, y menos aún

gestionarlas. Todavía más en la época actual de pandemia y teletrabajo.


Desarrollar e identificar valores con sentimientos positivos, para dirigir al equipo es algo imprescindible. Por eso el líder con esta habilidad tiene una buena higiene afectiva, manteniéndose optimista y motivado para inspirar a otros. Hay una frase que hace muchos años me impactó:


“El mayor acto de responsabilidad de un líder es controlar su propio estado mental”; algo que por desgracia conocemos que no siempre se tiene en cuenta.


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